Abuela Cris y Diego en una visita al museo del mar (Vigo) al fondo las islas Cíes
Había una vez un niño que le gustaba mucho, muchísimo el mar. Su abuela le contaba historias increíbles que sucedían con los peces sobre todo los días de tormenta. Para que sucedieran cosas fantásticas, los mejores días eran esos de chubascos con grandes claros y nubarrones negros, esas nubes que en ocasiones besan el mar para luego salir corriendo otra vez hacia lo alto… Pero lo mejor de estas historias era ir a comprobarlo así que una tarde de invierno Diego y la abuela bien abrigados fueron en busca de una de estas historias increíbles.
Hacia mucho viento y algo de frío, llevaban ya un buen rato esperando algún acontecimiento cuando de repente empezó a llover con mucha fuerza. Un poco desilusionados corrieron al abrigo de una vieja caseta de marineros y desde allí vieron como la lluvia y las nubes negras cubrían las islas y todo el horizonte. En muy poco tiempo todo se puso muy negro y el mar rugía amenazante.
Los dos, al abrigo de la lluvia, esperaban pacientemente el momento mágico y entonces sucedió que la lluvia se hizo muy lenta tanto que podían contarse las gotas una a una mientras caían sobre el agua del mar, unas gotas tan gordas y tan pesadas que al caer hacían unos agujeros y unos círculos preciosos en el agua. Fue entonces cuando se dieron cuenta que ya no llovía en el horizonte aparecieron las islas y lo que tenían delante de ellos era una nube de esas que baja a besar el mar mientras los peces sacan sus cabecitas por los agujeros que hacen las gotas. Dicen que algunos saltan dentro de la nube y se dejan llevar muy alto, muy alto hasta que la nube regresa y los deja caer en el al agua haciendo grandes agujeros.
Un conto para Diego (Unha historia increíble)
Había unha vez un neno que lle gustaba moito, moitísimo o mar. A súa avoa contáballe historias incribles que sucedían cos peixes sobre todo os días de tormenta. Para que sucedesen cousas fantásticas, os mellores días eran eses de chuvascos con grandes claros e nuboeiros negros, esas nubes que en ocasións bican o mar para logo saír correndo outra vez cara ao alto... Pero o mellor destas historias era ir comprobalo, así que unha tarde de inverno Diego e a avoa ben abrigados foron en busca dunha destas historias incribles.
Cara a moito vento e algo de frío, levaban xa un bo intre esperando algún acontecemento cando de súpeto empezou a chover con moita forza. Un pouco desilusionados correron ao abrigo dunha vella caseta de mariñeiros e desde alí viron como a choiva e as nubes negras cubrían as illas e todo o horizonte. En moi pouco tempo todo púxose moi negro e o mar ruxía ameazante. Os dous, ao abrigo da choiva, esperaban pacientemente o momento máxico, e entón sucedeu que a choiva fíxose moi lenta tanto que podían contarse as pingas unha a unha mentres caían sobre a auga do mar, unhas pingas tan gordas e tan pesadas que ao caer facían uns buracos e uns círculos preciosos na auga. Foi entón cando se deron conta que xa non chovía no horizonte apareceron as illas e o que tiñan diante deles era unha nube desas que baixa a bicar o mar mentres os peixes sacan os seus cabeciñas polos buracos que fan as pingas. Din que algúns saltan dentro da nube e déixanse levar moi alto, moi alto ata que a nube regresa e déixaos caer ao auga facendo grandes buracos.
Cuentos de camelias y otros relatos creados por abuela Cris