Entre camelias…aun siguen las rosas en flor, esta pequeña rosa de pitiminí catalogada en los libros que tengo de rosas, como rosa antigua, y según los mismos su nombre es (Bloomfield Abondance). Además de ser una rosa perfecta para su tamaño tan pequeño es muy resistente y fácil de reproducir por estaca.
La historia comienza hace más de 85 años que son los que tiene ahora mi madre, ella nació en un lugar cercano al mar, tan cerca que se oía cantar a la arena cuando el mar la removía, por eso los vecinos bautizaron su lugar con el nombre de Cantodarea (Canto de la arena). Las niñas del lugar iban al colegio a la capilla de S. José, dicha capilla tenía añadida una clase y un patio pequeño para jugar, no era muy grade (según me cuenta mi madre) y tenían un rosal pegado a un muro semi- trepador de flores muy pequeñas y olorosas que las monjas apreciaban mucho.
Cuando yo era una mocita, la capilla ya muy vieja ( de construcción sencilla) no aguantaba más y el colegio ya hacia tiempo que no funcionaba se había trasladado al convento central … los vecinos decidieron hacer una capilla mas grande (hoy parroquia) derrumbaron la vieja capilla, la clase, el patio y el rosal desapareció.
Unos años mas tarde, cuando yo ya estaba casada, decido montar una floristería, que regenté durante 17 años, mi especialidad eran los ramos de novia, para este trabajo delicado, necesitas lo mejor de las flores, creatividad y delicadeza. Mi afán por hacer bien mi trabajo me llevo a experimentar con todo tipo de flores, lo que necesitaba sobre todo era belleza y resistencia en la flor cortada. Entonces me di cuenta que una vecina tenía unas rosas perfectas para lo que yo quería, así que le pedí en su época (Noviembre a Enero) unos recortes de la poda para plantarlos, y de paso le pregunte donde había conseguido aquellas rosas pequeñas y tan perfectas, la respuesta fue “estas las plantó mi madre, que les pidió unas ramas a las monjas de la capilla” ¿no sabes? El colegio al que íbamos tu madre y yo.
La historia continua cuando un día dos monjas, una de ellas ya muy mayor entran en mi floristería me ven manipular las rosas de pitiminí y me dicen -nosotras teníamos un rosal como este en la capilla de Cantodarea nunca fuimos capaces a recuperarlo- Como podéis imaginar la respuesta fue “este es el rosal de la capilla” y le conté la historia.
Ni que decir tiene que les proporcione a las monjas los recortes de la poda que hoy son unos estupendos rosales, en su patio actual, como antaño.
La historia comienza hace más de 85 años que son los que tiene ahora mi madre, ella nació en un lugar cercano al mar, tan cerca que se oía cantar a la arena cuando el mar la removía, por eso los vecinos bautizaron su lugar con el nombre de Cantodarea (Canto de la arena). Las niñas del lugar iban al colegio a la capilla de S. José, dicha capilla tenía añadida una clase y un patio pequeño para jugar, no era muy grade (según me cuenta mi madre) y tenían un rosal pegado a un muro semi- trepador de flores muy pequeñas y olorosas que las monjas apreciaban mucho.
Cuando yo era una mocita, la capilla ya muy vieja ( de construcción sencilla) no aguantaba más y el colegio ya hacia tiempo que no funcionaba se había trasladado al convento central … los vecinos decidieron hacer una capilla mas grande (hoy parroquia) derrumbaron la vieja capilla, la clase, el patio y el rosal desapareció.
Unos años mas tarde, cuando yo ya estaba casada, decido montar una floristería, que regenté durante 17 años, mi especialidad eran los ramos de novia, para este trabajo delicado, necesitas lo mejor de las flores, creatividad y delicadeza. Mi afán por hacer bien mi trabajo me llevo a experimentar con todo tipo de flores, lo que necesitaba sobre todo era belleza y resistencia en la flor cortada. Entonces me di cuenta que una vecina tenía unas rosas perfectas para lo que yo quería, así que le pedí en su época (Noviembre a Enero) unos recortes de la poda para plantarlos, y de paso le pregunte donde había conseguido aquellas rosas pequeñas y tan perfectas, la respuesta fue “estas las plantó mi madre, que les pidió unas ramas a las monjas de la capilla” ¿no sabes? El colegio al que íbamos tu madre y yo.
La historia continua cuando un día dos monjas, una de ellas ya muy mayor entran en mi floristería me ven manipular las rosas de pitiminí y me dicen -nosotras teníamos un rosal como este en la capilla de Cantodarea nunca fuimos capaces a recuperarlo- Como podéis imaginar la respuesta fue “este es el rosal de la capilla” y le conté la historia.
Ni que decir tiene que les proporcione a las monjas los recortes de la poda que hoy son unos estupendos rosales, en su patio actual, como antaño.
5 comentarios:
Al final, todo vuelve a su cauce...
Nunca conseguín que unha roseira de pitiminí me durase máis dun ano. A última que mercamos morreu ao pouco tempo de plantala. Sempre pensei que eran moi delicadas.
Este rosal é moi sufrido por iso ten o titulo de rosa antiga, cuado queiras avisa agora é bo momento, ata xaneiro pódense plantar as estacas. A. Cris
Qué hermosa historia!
Es maravilloso que una simple rosa encierre tantos recuerdos, afectos y emociones...
Qué lindo es visitar este blog!!!
Cariños desde Argentina.
Fabi
Es una historia preciosa.
Tengo que decirte, que hace 15 años, mi prima me regaló su ramo de novia.
Ese ramo ha sido la composición floral mas bonita que he tenido en mis manos en lo que llevo de vida. Es como si tuviese vida propia, desprendía un olor maravilloso que todavía hoy no he podido olvidar.
Fue la primera vez que descubrí el aroma de las gardenias, y como no de las rosas de pitinimí.
Creo que no tengo que dar pistas para decir quien fue la responsable de tal creación.
Felicitaciones por el Blog, tiene mucha magia.
MARI
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