viernes, 9 de abril de 2010

El saco de plástico azul


Sentí el calor de su mano y un ligero estremecimiento. Apilados en un extremo del
Supermercado cerca de la corriente que producía la puerta del almacén nuestra temperatura no era tan calida como la de ella.
Sin apenas darme cuenta ya estaba en otras manos, que pasaba mi código de barras por un lector produciendo ese famoso sonido que tantas veces oía desde mi estantería.
Buenos días Cris -dijo la cajera-
Hola ¿Cuánto te debo?
2 euros con 59 céntimos
Pagó el importe y por fin salimos. Yo era el primero del rollo de sacos de plástico azul, de la mano de Cris sin bolsa y sin envoltorio podía verlo todo, debía ser una hora punta pues por la calle la gente iba y venía y los coches circulaban sin cesar, apurábamos el paso y luego de una buena caminata por aquella calle llena de bullicio Cris hizo un giro que convirtió su trayectoria en forma de ele y continuo su marcha por un camino en cuesta, ni muy ancho, ni muy estrecho, lo suficiente para las personas pero no acto para los coches.
El cambio es brutal pero magnifico, en apenas cien metros que nos separan de la calle principal llegamos a una zona llena de vegetación, abundan los árboles y el sonido de los coches es ahora remplazado por el de los pájaros. Por fin llegamos a un pequeño portal, el sonido de la llave al abrir produjo un chasquido alegre que alerta y hace que acudan unos bichos que nunca he visto algo peludos de color arena y chocolate con unos ojos tan azules como yo y a los que Cris saluda
¡Hola michis!
Al poco otro bicho más grande y también de color arena llega corriendo y haciendo ruidos estridentes algo así como
¡Guao! ¡Guao!
Me fijo y este parece que no tiene ojos es tan peludo que casi no puede ver, pero tiene un nombre ella le llama “Lucas”.
Todos juntos continuamos hasta que llegamos a una especie de gran patio que da entrada a la casa y que divide la huerta. Allí puedo ver y me sorprende un viejo manzano que tiene ojos nariz y boca, nada más llegar Cris rompe la cinta que nos envuelve tira del rollo de sacos de plástico azul y me separa de mis compañeros.
Mientras espero impaciente cual puede ser mi destino puedo ver como mis compañeros son colocados en una estantería del garaje, desde allí me conduce al asador y al pasar por delante del manzano este me hace un guiño.
Por un momento me deja tirado sobre unos troncos, mientras limpia una cocinilla de verano, regresa y con mano segura comienza a manipularme , ya veo que soy el saco de plástico azul que protegerá la cocinilla de verano de las inclemencias del invierno. Estoy colocado en un buen sitio desde donde puedo ver el patio y a mis compañeros en la estantería del garaje. Me espera todo un duro invierno intentare entablar alguna conversación con el manzano para hacerlo más llevadero.
Hoy es uno de esos días de invierno con encanto y a pesar del frío, la lluvia, y el viento los claros y treguas emiten unos cambios de luz que permiten a Cris hacer fotos al abrigo del porche me gusta ver como fotografía la camelia con la lluvia, tiene colocada la flor sobre las ramas desnudas de una magnolia stellata, yo estoy justo en frente y juraría que me esta enfocando, deben ser figuraciones mías ¿que puede pintar un saco de plástico azul en medio de una sesión fotográfica? Ya me gustaría ver las fotos y comprobarlo.




O saco de plástico azul

Sentín a calor da súa man e un lixeiro estremecemento. Apilados nun extremo do Supermercado preto da corrente que producía a porta do almacén a nosa temperatura non era tan calida como a dela.
Sen apenas darme conta xa estaba noutras mans, que pasaba o meu código de barras por un lector producindo ese famoso son que tantas veces oía desde o meu andel.
Bos días Cris -dixo a caixeira-
Ola Canto che debo?
2 euros con 59 céntimos
Pagou o importe e por fin saímos. Eu era o primeiro do rolo de sacos de plástico azul, da man de Cris sen bolsa e sen envoltorio podía velo todo, debía ser unha hora punta pois pola rúa a xente ía e viña e os coches circulaban sen cesar, apurabamos o paso e logo dunha boa camiñada por aquela rúa chea de bulicio Cris fixo un xiro que converteu a súa traxectoria en forma de ele e continuou a súa marcha por un camiño en costa, nin moi ancho, nin moi estreito, o suficiente para as persoas pero non acto para os coches.
O cambio é brutal pero magnifico, en apenas cen metros que nos separan da rúa principal chegamos a unha zona chea de vexetación, abundan as árbores e o son dos coches é agora remplazado polo dos paxaros. Por fin chegamos a un pequeno portal, o son da chave ao abrir produciu un chasquido alegre que alerta e fai que acudan uns bichos que nunca vin algo peludos de cor area e chocolate cuns ollos tan azuis como eu e aos que Cris saúda
¡Ola michis!
Ao pouco outro bicho máis grande e tamén de cor area chega correndo e facendo ruídos estridentes algo así como
¡Guao! ¡Guao!
Fíxome e este parece que non ten ollos é tan peludo que case non pode ver, pero ten un nome ela chámalle “Lucas”.
Todos xuntos continuamos ata que chegamos a unha especie de gran patio que dá entrada á casa e que divide a horta. Alí podo ver e sorpréndeme unha vella manzeira que ten ollos nariz e boca nada máis chegar, Cris rompe a cinta que nos envolve tira do rolo de sacos de plástico azul e sepárame dos meus compañeiros. Mentres espero impaciente cal pode ser o meu destino podo ver como os meus compañeiros son colocados nun andel do garaxe, desde alí condúceme ao asador e ao pasar por diante da manzeira esta faime unha chiscadela. Por un momento déixame tirado sobre uns troncos, mentres limpa unha cocinilla de verán, regresa e con man segura comeza a manipularme , xa vexo que son o saco de plástico azul que protexerá a cocinilla de verán das inclemencias do inverno.
Estou colocado nun bo sitio desde onde podo ver o patio e aos meus compañeiros no andel do garaxe. Espérame todo un duro inverno intentarei establecer algunha conversación coa manzeira para facelo máis levadío.
Hoxe é un deses días de inverno con encanto e a pesar do frío, a choiva, e o vento os claros e treguas emiten uns cambios de luz que permiten a Cris facer fotos ao abrigo do soportal gústame ver como fotografa a camelia coa choiva, ten colocada a flor sobre as ramas espidas dunha magnolia stellata, eu estou xusto en fronte e xuraría que me esta enfocando, deben ser figuracións miñas que pode pintar un saco de plástico azul no medio dunha sesión fotográfica? Xa me gustaría ver as fotos e comprobalo.
Firmado. Un saco de plástico azul
Cuentos de camelias y otros relatos creados por A.Cris

5 comentarios:

abueloscrisytoño dijo...

Las fotos muestran unas rayas que son las gotas de lluvia desfigurada por el viento y el tono azul como todos ya podéis imaginar es el saco que estaba al fondo
Besos
A.Cris

Juan dijo...

Buen colorido includias las gotas de agua sobre los pétalos. Pero es que me ha costado dos lecturas para entender la historia del saco, esa mancha azul desenfocada al fondo de la foto. Pues si, tuvo sus minutos de gloria, inesperados pero vividos a su modo.
Saludos

abueloscrisytoño dijo...

Amigo Juan T.A.
Esta es la historia de un saco de plástico contada por él mismo, es un saco inteligente, puede ver y hablar y puede imaginar cual seria su función en la casa pero nunca imagina aunque al final lo sospecha que formaría parte de la paleta de colores de un fondo de fotografía.
Tengo unas ideas muy raras ya lo se pero me gusta jugar con la imaginación.
A.Cris

Ginebra dijo...

Bonitas fotos, Cris, muy bonitas esas camelias. El relato muy original, me gustó. Sigue sembrando flores y haciéndoles fotos, es genial Besos

Evangelina Prieto dijo...

Genialísimas las letras y las fotografías... Me encanta tu forma de ver las cosas.
Un abrazo grande.